Estoy queriendo decirle que no sufra

Yo quiero decirle que no sufra, que su belleza prescindente de adornos y colores es sublime y violenta y es suficiente, su belleza es en realidad casi feroz, que sus ojos podrían atravesar y agujerear cualquier cosa que mirara si tan solo quisiera andar dejando marcas por donde sea que pasa. Que esa primera vez que nos vimos, las primeras veces, más de las que ahora quisiera recordar, nunca imaginé realmente ver a través suyo si es que ahora pudiera estar haciéndolo, que los malentendidos son innecesarios y necesarios a la vez, conectarnos y alejarme por improcedente y volver a retomar la senda y no saber cómo acortar las distancias es también estar queriendo. Siempre estoy queriendo pertenecer a algún lado que me de orilla donde encallar, algo que me haga sentir en mí, aunque sea muchas veces fuera de mí donde busque. Ahora quisiera que fuera su orilla (y quizás ni siquiera he zarpado de la mía para emprender el viaje), quisiera que fuera su orilla donde poder encallar. Quisiera no estar queriéndolo porque intuyo la maldita derrota antes del bendito intento que nos salva la vida de la desesperación, que nos infunde el respeto hacia nosotros y quienes intentamos enamorar.
Yo quiero decirle que no sufra, veo sus imágenes estáticas con guitarra, sin guitarra, con sonrisa en re, en sol, en fa y ojalá en mí. Veo su desangrar pero cómo decírselo sin revelarme pendiente, entonces alguna notita codificando el deseo de acercarme en admiración. Un comunicado de imprescindencia, no de palabras sino de todo esto que no se define en categorías ni en nada que conozca o haya mencionado algún Kant de turno. Yo quiero decirle que no sufra y quiero poder decirle que estoy queriendo decirle que no sufra. Todo se me hace tan difícil aunque no debiera porque parecemos manejar un mismo idioma, algo así como una simbología que lejos de ser abstracta se hace compleja en lo más concreto y fácil que son-las-le-tras-que-ha-cen-pa-la-bras.
Estoy entramada en sus melodías, pobre presa que se sabe seducida por el destiempo, por quien se acusa inútil frente a las agujas y calendarios y nunca llega a tiempo a decir acá estoy. Esa imposibilidad del acorde tríada, y no, no me molesta... peor que eso. Es tan peor como saber que ninguna de esas palabras dignas de esplendorosa sencillez son para quien con desdibujada dignidad perdió todos los números de la arrogancia y barre los pedazos de desengaño aprendido y... sólo estoy queriendo decirle que no sufra. O me lo estoy diciendo a mí.

1 comentario:

Gracias por su comentario