Torres de Chenoa

Mientras Virginia amasa el pan, me siento en la mesada de la cocina a cebar mate. Me quedé dormida esta mañana, no pude amanecer a las ocho como quería pero dormir unas horas más me hizo bien. Se ve que estoy cansada todavía. No es verdad que el año nuevo trae borrón y cuenta nueva, creo que es un invento que nos salva de la angustia de la continuidad. Virginia amasa el pan con sus dos manos, de a ratos le pregunto qué  le va agregando a la masa mientras le paso un mate. Le cuento cómo hacen el pan en nuestra provincia chaqueña, calientan el horno de barro con el fuego y cuando el horno tiene la temperatura justa sacan todas las brasas y la leña y meten el pan para que se cocine con el calor del horno, es maravilloso.  Ella me cuenta que en el campo de su abuelo, habían hecho con su primo o su hermano, ahora no me acuerdo, un horno de barro de donde sacaron unas pizzas impresionantes. Cuando su abuelo murió dejaron de ir y perdieron esa costumbre.
Pienso en Marga, cómo estará su corazón. Marga perdió a su mamá hace poco. No había visto a nadie querer tanto a una madre, hablar tantas maravillas de ella, una mujer que tenía tantos hijos y nietos que la quisieran y la cuidaran y la mimaran. Me dijo que quizás se iría a Paraguay para estar triste, al menos, rodeada de todos sus hermanos. Pero no sé si se habrá ido. Quizás después la llame para saber cómo está. Hablamos mucho este último tiempo. Para mí era necesario saber cómo estaba a diario y que ella se sintiera cuidada y mimada y ofrecerle un espacio donde llorar si lo necesitaba. Sufrió mucho la pérdida. Marga trabaja en casa hace demasiados años como para que yo no la sienta tan fecunda en mi afecto. Siempre estuvo desde que tengo uso de razón. Ella me decía que por momentos se resignaba y aceptaba las cosas como eran, pero en otras ocasiones casi no podía respirar de la angustia, no podía tolerar sentir el vacío que sentía. Decía que cuando había perdido a su padre en el accidente del cual su madre había sobrevivido, por lo menos la tenía a ella, pero que ahora que ella se había ido ya no tenía a ninguno de los dos. Escucharla me conmueve hasta las lágrimas pero trato de no llorar para que ella sí pueda hacerlo. Después la voy a llamar para saber cómo está.
Vuelvo a la cocina con Virginia cuando le toca otra vez su mate. Las dos coincididos en que las cocinas de las casas tienen algo en particular. Yo siempre dije que las cocinas son lugar de encuentro, son espacios cálidos donde uno se sienta a tomar mate y a compartir mientras quizás abre la heladera y saca lo primero que encuentra. Las cocinas son un lugar especial en las casas. Agarro un poco de la papa que Virginia secó al horno para hacer una tortilla. Son papas que sobraron de la comida de fin año, comida que tenemos para el domingo inclusive. En casa se llaman Torres de Chenoa, que sería el reverso de los restos de anoche. Es un menú muy habitual en mi casa en la época de las fiestas dado que mi papá tiene deficiencias de cálculo. Pero a mí me encanta comer las torres. Es parte del folclore de nuestras fiestas 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su comentario